Cuando era niño, el símbolo distintivo de marca registrada ® llamaba poderosamente mi atención. Recuerdo haber decidido ser propietario de alguna palabra -apuesto a que más de uno está sonriendo en estos momentos- y, como amo y custodio de la misma, complementarla con un sello, una erre mayúscula dentro de un círculo, con el fin de que todo aquel que quisiera usarla debería pedirme permiso o arriesgarse a que emprendiera "acciones legales".
Ya de adulto, como consecuencia de mi actividad profesional, cada vez que veo un logotipo con el sello en cuestión vienen a mi mente, de manera fugaz, cándidos recuerdos de infancia. Se ve que esta práctica era habitual dado que un porcentaje elevado de las marcas que reivindican su registro en realidad no están registradas.